
Redacción: Tatiana Castro
Desde los pasillos de su colegio en los años noventa hasta las movilizaciones del magisterio urbano en la Cochabamba actual, el profesor Elmer Revollo ha forjado una vida de compromiso sindical, liderando con convicción, diálogo y una mirada crítica al sistema educativo boliviano. Su historia es la de un educador que no solo enseña, sino que también lucha por dignificar la labor docente.
El nacimiento de un líder
La semilla de su liderazgo brotó en los últimos años de secundaria, cuando, influenciado por el entorno político de su familia, empezó a interesarse en las dinámicas de poder y representación. Más tarde, ya como estudiante de la Normal Católica, donde el sindicalismo era una palabra prohibida, protagonizó una revuelta estudiantil que marcaría un precedente: dos años después, se consolidaría el primer centro de estudiantes de esa institución.
Ese fue el inicio de una vida comprometida con la organización colectiva. “Fue un hecho que no cayó bien, pero que dejó huella”, recuerda. También desde la pastoral barrial, Elmer comenzó a tejer redes que más adelante se transformarían en estructuras sindicales.
Del aula a la trinchera sindical
Su carrera sindical comenzó formalmente en 2009 y se afianzó en 2012, cuando fue elegido delegado a la Casa Pedagógica. De ahí en adelante, los cargos se fueron sucediendo: ejecutivo del nivel secundario en 2014, secretario general en 2016, y desde 2023 nuevamente como ejecutivo general de la Federación de Maestros Urbanos de Cochabamba.
“Ser dirigente del magisterio urbano es cada vez más difícil”, admite Revollo. La polarización y los enfrentamientos internos han erosionado el sindicalismo tradicional. Sin embargo, su experiencia le ha permitido tender puentes incluso con quienes piensan diferente. “La clave está en saber acercarse, saber negociar, abrir canales de diálogo”.
Los logros de una gestión estratégica
Ese estilo concertador se tradujo en importantes conquistas. En 2018, junto al concejal Edwin Jiménez, impulsó una ley municipal que reconoce anualmente a diez profesores destacados del Cercado con la medalla “Elena Arce de Arce”. También lideró la lucha por la nivelación horaria en materias como Física y Química, logrando completar ese proceso en 2023. Actualmente, trabaja en la nivelación del nivel inicial, con proyecciones ambiciosas a dos o tres años.
“Dialogando y cediendo se consiguen cosas que antes eran impensables”, sostiene con firmeza.
Crítica al sistema y visión educativa
Revollo no teme señalar las falencias del sistema educativo actual. Denuncia la baja calidad de formación en las normales estatales desde 2010, la pérdida del rol protagónico de la escuela ante las nuevas tecnologías y el debilitamiento de la vocación docente por el peso del padrinazgo político.
Como respuesta, propone restituir el examen psicotécnico como un mecanismo que realmente evalúe la vocación, y revalorice la meritocracia en la formación del maestro. “Debemos recuperar una educación con calidad científica y humana”, afirma.
Además, aboga por humanizar la enseñanza: combinar tecnología con la experiencia pedagógica del maestro, atender también la salud emocional del educador y devolverle su lugar en el entramado social. “Estamos mecanizando el aprendizaje y olvidando al sujeto que enseña”, alerta.
Sueños y legado
En 2023 concluyó una licenciatura en Educación Intercultural y Bilingüe en la Universidad Mayor de San Simón y recientemente completó un diplomado en estrategias pedagógicas para enseñar lenguas originarias. A pesar de varios reconocimientos, sueña con algún día recibir la medalla que él mismo ayudó a instituir.
Pero su anhelo va más allá del sindicalismo: espera poder publicar un libro de poesía. Ya ha publicado cuentos con depósito legal, pero considera la poesía como su deuda pendiente con la literatura.
El futuro lo espera
Elmer Revollo ya piensa en su próximo desafío: alcanzar la dirigencia nacional del magisterio. Estuvo cerca en Bermejo, pero decidió quedarse en Cochabamba para fortalecer el proyecto local. Sin embargo, no lo descarta en los próximos años.
Mientras tanto, sigue en la trinchera, convencido de que la educación puede y debe cambiar, y de que el sindicalismo —con diálogo, visión y compromiso— aún tiene mucho que decir.
